No dejaremos de explorar y al final de nuestra
búsqueda llegaremos a donde empezamos
y conoceremos por primera vez el lugar.
T.S. Eliot
El lugar de la cerámica en la historia del arte ha sido complejo de definir, considerándola muchas veces un arte menor dentro de una supuesta jerarquía artística. Siendo la cerámica una práctica milenaria, asociada a ritos de la vida cotidiana, se ha encontrado siempre marcada por una funcionalidad; pero es justamente allí, en esa utilidad, donde reside la potencia de la cerámica, al convertirla en un espacio accesible, asociado a las más remotas prácticas humanas. Carol Young viene explorando desde hace tiempo la materia líquida y etérea a través de piezas de una gran fragilidad que remiten a los elementos agua y viento. Más que la suma de sus partes, se acerca a un tercer elemento, la tierra, por medio de cerámicas que simulan huesos, puntas de flechas, fragmentos de vasijas, rocas, fósiles de semillas, hojas y animales, extraídos de las profundidades de la tierra durante un hipotético proceso de excavación arqueológica. La manera en que las piezas se exhiben, tratando de reconstruir y clasificar, tal como se haría en un museo de ciencias naturales, hace pensar sobre el lugar en el cual se ha ubicado a la cerámica, siempre más cercana a la etnografía y la arqueología que al propio arte. Los hallazgos de restos fósiles y materiales que vemos son partes de un relato imaginario de alguna cultura y especies de un tiempo anterior. El conjunto de fragmentos se acomoda intentando restaurar un todo, una imagen de una vida arcaica como la cerámica misma.
El origen de la cerámica es justamente el origen de la primera materia transformada por el hombre, aquello que lo une al sentido de comunidad más primario y también a los orígenes del arte. Aquellas primeras formas remiten a una afectividad alojada en las capas más profundas del inconsciente. La vasija, que podría definirse como la primera forma abstracta creada por el hombre, ha contenido y resguardado cosas fundamentales para la vida como el alimento y el agua.
Más que la suma de sus partes- como gran parte del trabajo de Young- muestra otras posibilidades y otra manera de ver la cerámica, señalando en este caso a su materia prima, la tierra, y al sentimiento de arraigo y de pertenencia que posee el humano hacia ésta, y hacia todo aquello que esconde.
Pamela Desjardins, Curadora en residencia, Beca Scarpetta
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We will not stop exploring and the end of our
search we will come where we started
and for the first time, we will know the place.
T.S. Eliot
The place of the ceramics in the history of art has always been complex to define, often considering it to be less art inside a supposed artistic hierarchy. Being a ancient practice, the ceramics were associated with rites of the everyday life and always has been marked by its functionality. But it is exactly this: in this functionality lies the potency of the ceramics; to turn it into an approachable space, that is associated with the most human practices.
For a long time, Carol Young has been exploring the liquid and ethereal subject though the pieces with a great fragility, which refer to the elements water and wind. More than the sum of its parts, is about a third element: the earth. The medium ceramic simulates bones, parts of arrows, fragments of receptacles, rocks, fossils of seed, leafs and animals, that were extracted from the depths of the earth during a hypothetical process of archaeological excavations. The way in that the pieces are exhibited, tries to reconstruct and classify, like in a natural science museum. It makes us to think about the place, where the ceramics are located: always nearer to the ethnography and the archeology than to the art. The find of the fossil and material remains, that we can see, are parts of an imaginary history of a culture and species of a anterior time. The ensemble of the fragments arrange themselves, trying to restore everything. It is an image of an archaic life, as the ceramic itself.
The origin of the ceramics is exactly the same as the first material, that was transformed by humans, that units it with the most primitive sense of community and also with the origins of art. These first forms refer to an affective shelter in the deepest layers of the subconscious. The receptacle, which might be defined as the first abstract form, made by humans, has contained and protected fundamental things for life (like food and water).
More than the sum of its parts – as big part of Young’s work – shows other possibilities and another ways of looking at ceramics. In this case, it shows its raw material, the earth, and the feeling of being rooted and of belonging somewhere. This feeling, the human being has until know, even if he hides it.
Pamela Desjardins, Curator in residence, Scarpetta Grant