Como tutor a cargo de los proyectos de Adriana Martínez y Nicolás González —los dos ganadores de esta primera versión de la Beca Tutor de FLORA— debo decir que mi relación con ellos ha sido muy diferente a la que establezco con mis estudiantes cuando dicto clase en universidades. Acá no hubo un espacio institucional omnipresente que avalara oficialmente nuestros encuentros, no califiqué, no llamé lista, no hubo un currículo que seguir; por tanto, siento que no fui “profesor”, ni “maestro”. En una academia la jerarquía dicta que la persona a cargo de la clase señale el camino al estudiante; pero en este caso fue al contrario: yo me puse al servicio de Adriana y Nicolás acompañándolos por los caminos que tomaron. Liberado de mi mote de “profe”, fui su par, su compañero, respetando sus ideas y maneras, tan diferentes y, sin embargo, con puntos en común.
Adriana desviando el uso de objetos, trabajando lo simbólico, el deseo, la fortuna; generando tensiones entre lo tangible y lo intangible, entre el tener (dinero) y lo inasible. Nicolás abrazando la nostalgia, operando a partir de huellas y registros, de lo escultórico, aludiendo a transformación, recuerdo y desplazamiento. Los dos, recolectores de objetos y materia. Los dos, preocupados por las fronteras, los recorridos y la transformación, por la ironía y la simulación, yendo de lo presentativo a lo representativo y de vuelta.
Como tutor, confieso que fui un acompañante muchas veces silencioso, o que apenas hacía eco de sus voces. Hablamos de todo un poco. Me perdí con ellos, me encontré con ellos. Les hacía coro, les hacía barra. ¿Qué más hace un tutor, qué hace un compañero de ruta? Pues compartir y guardar secretos; porque hay cosas que no se pueden traducir en palabras, hay motivos que necesitan permanecer ocultos, pensamientos que se guardan. Pero, además, hay enseñanzas en hechos que se comprenden mucho después de ocurridos. Por esto, las piezas aquí exhibidas son un resultado que puede ser visto como un vestigio, restos incompletos de un proceso compartido maravilloso que aun está vivo.
Estas piezas, claro, hablan por sí solas. Son de Adriana y Nicolás. Y aunque siento que las conozco como si fueran propias; a la vez, son un misterio para mí.
Humberto Junca Casas.
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As tutor in charge of the projects by Adriana Martínez and Nicolás González – the two winners of this first tutorial grant of FLORA – I must admit that my relation with them has been very different to the relation with my students when I am giving classes at the university. Here, there was no omnipresent institutional space that was sanctifying officially our meetings, I did not qualify, no read a attendence list, there was no curriculum to be continued. Therefore, I feel that I was not “a teacher” nor “a master”. In the academy the hierachy dictates that the person in charge to the class indicates the way to the student. But in this case it was different: I put myself to the service of Adriana and Nicolás, accompanying them on their ways. Liberated from my nickname “teacher”, I was on a par with them, their partner, respecting their ideas and ways, so different and also with similarities.
Adriana distract the use of objects, working with symbols, the desire, the fortune. She is generating tensions between the tangible and the intangible, between having (money) and not having. Nicolás is embracing the nostalgia, working with traces and records, sculptures, alluding to transformation, memory and displacement. The two artists, recollectors of objects and material. They are worried about the borders, the routes and the transformation, the irony and the simulation, from the presentive to the representative and back.
As tutor, I confess that I was an accompanist, often silently, or that I was just doing an echo of their voices. We speak a bit about eveything. I got lost with them, met them. I was doing a choir with them, I was making a barrier. What more does a tutor do, what does an acompanion do? Sharing and keeping secrets, because there are things that cannot be translated into words. There are motives that need to remain secret, thoughts to keep. But also, there are lessions that are understood after they happened. That’s why the pieces, which were exhibited, are a result that can be seen as a trace: incomplete remains of a wonderful shared process that still is alive. For sure, these pieces speak for themselves. They belong to Adriana and Nicolás. Although, I feel that I know them as there were mine, they are a mystery for me.
Humberto Junca Casas.