Recuperando elementos propios de la gramática científica, el trabajo de Irene Kopelman (Argentina,1974) se vale de maneras análogas y manuales como el di- bujo, la pintura, la escultura y la escritura. Gran parte de sus proyectos parten de la observación in situ, de un contacto directo con el paisaje, al que se acerca por alguna causa y el cual no ha vivenciado anteriormente.
Muchas veces acompañada por biólogos, geólogos y botánicos, quienes le brin- dan herramientas e información desde sus disciplinas, Kopelman plantea otras posibles maneras de organizar el mundo por medio de un análisis artístico sigiloso y singular de la naturaleza. Las metodologías que aplica en cada proyecto nacen en el mismo experimentar los territorios.
Frisos, una serie de dibujos realizados durante su residencia en Colombia, retrata dos paisajes que podríamos pensar como antagónicos formalmente: el desierto de la Tatacoa y Armero.
La Tatacoa, espacio desolado y casi inhóspito, al cual la artista llegó acompa- ñada de la geóloga Lina Pérez Angel, le permitió leer entre líneas otros paisajes anteriores transformados durante millones de años. El acercamiento desde lo geológico a las murallas de piedras y arenas, deja al descubierto rastros de ríos, mares, bosques y fauna de otros tiempos. En Armero, los restos de paredes se acoplan a la flora formando nuevas arquitecturas. Los árboles de caucho (Ficus elastica) abrazan y rodean las ruinas de la ciudad, a veces parecen sostenerla, a veces destruirla.
En ambos lugares la observación lenta durante horas, permitieron a Kopelman recolectar fragmentos de arquitecturas —la geológica, la natural, la humana— a través de leves líneas, recomponiendo frisos de paisajes que esconden y a las vez develan otros que existieron antes que estos.