Viendo el álbum familiar me encontré unas fotografías de un viaje de mi papá, mi mamá y mi hermana a la casa de mis abuelos paternos en el Espinal, Tolima.
En las fotos ví retratada la cotidianidad del lugar. Un hogar atravesado por paredes, celosías, camas, muebles. En una de las imágenes aparecen como fondo los muros en ladrillos de adobe cercando el patio. En otra, al interior de la casa, aparecen muros hechos en bahareque y pintados con cal. De cuando visité el lugar, siendo pequeña, recordaba tres cosas: la sala con una mecedora tejida en plástico en la que me sentaba, muchas moscas que merodeaban por el aire y la puerta de la sala que daba al patio, por donde vacas y perros se asomaban y me miraban por un buen rato. Respecto a esta memoria de infancia, quise saber qué recordaba mi papá. Me hizo dos dibujos: la cama de él, un catre y la de mi abuelo, una cuja. Ambos dibujos parecían planos que describían un espacio visto desde arriba. Encontré gusto en su torpeza, pese a la cual era evidente el tamaño de los cuerpos que por años se habían acostado en ellas.
Para este proyecto realicé dos viajes. En ellos tomé muchas fotos. Recogí y recuperé algunos objetos de la casa, entre los que se encontraban el catre de mi papá y una reconstrucción oral de la cuja de mi abuelo. Encontré en el diálogo que mantuve con muchas personas que tejieron o trabajaron la sal, la tierra o la cal conmigo, el espacio para comprender una serie de gestos inconscientes que hacían parte de mí. Estos “gestos de salida” son mi relato. La manifestación escultórica de memorias que he mantenido en silencio.
Juliana Góngora
Una labor refiere a los quehaceres más cotidianos, al trabajo en general y, en particular, a la labranza de la tierra o tareas asociadas a lo femenino como la costura, el bordado y el tejido. Los proyectos de Juliana Góngora evidencian siempre esto, un trabajo dispendioso y delicado en donde la pregunta por el tiempo y el hacer está latente.
Labor se compone de cuatro piezas inspiradas por imágenes del álbum familiar y de la memoria de la artista: objetos, materiales, animales y personas, que son recuperados como fragmentos para recrear una escena.
Los muros de adobe de la casa donde vivieron su abuelo y su padre reaparecen construidos en sal y marcando un límite imaginario. Este material, que guarda una fuerte carga simbólica asociada a la conservación de alimentos y a la limpieza, sedimenta, dejando ver las huellas de su transformación en las paredes y el suelo de la sala.
El mobiliario, conformado por un marco de madera forrado con cuero de vaca, conocido como ‘cuja’, en el cual se dormía en climas calientes porque conservaba la frescura, es una réplica de la que pertenecía a su abuelo. Una sábana tejida con granos de arroz da cuenta de la laboriosidad y de una agricultura que cubre un cuerpo ausente.
En la parte inferior de una de las paredes de la sala se apoya una pequeña pieza realizada en una piedra denominada ‘labor’ intervenida con cal. La piedra guarda el calor de este material vivo, que al igual que la sal, reacciona y se modifica al contacto con el agua.
Casi como un documento de registro, Juliana Góngora proyecta en el Archivo audible una imagen fija de aquella casa familiar. Una puerta abierta deja ver el interior de una habitación, en donde solo es posible percibir el paso del tiempo a través del sonido ambiente y algunos reflejos de luz sobre sus muros.
Pamela Desjardins